viernes, 2 de abril de 2010

Cachivacheros y coleccionistas


Marga es una veinteañera, incipiente solterona que vive con sus padres en una casa clase media. Pero lo llamativo de su personalidad no es su falta de comunicación, sus risas alocadas sin sentido, ni la falta de roce social, sino su psicosis coleccionista. Marga colecciona desde que tiene sentido de razón todo lo que encuentra o en su defecto, le gusta. El punto es que encuentra en cada sencilla cosa sin sentido un objeto particularmente bello y encantador, lo que la lleva a juntar cientos de ellos. Sin embargo, ésta afición que tiene Marga no es su culpa. La pobre lo lleva en la sangre, dicen que es una mezcla de genético y congénito.

Su padre Don Domingo, que es zapatero en una de las famosas zap
aterías de la calle San Martín, es coleccionista de botones. Él mismo dice que heredó esa tradición de su tío Antonio que coleccionaba cierres de ropa.

Por otro lado, Saturdina la esposa de domingo y la madre de Marga, es coleccionista por adopción. Antes de conocer a su flamante esposo detestaba juntar cosas, pero como la soltería la agarró pasado los 30 debió bajar su nivel de exigencias si lo que quería era casarse. Así fue, que de tanto sufrir la búsqueda de botones debajo de los sillones con domingo, terminó por buscarse una obsesión. A pesar de que no salía nunca de su casa porque su marido no la dejaba, en cuanto podía le pedía a alguna vecina que le comprara una cucharita nueva. ¡Sí! Es lo que ustedes piensan, Saturdina coleccionaba cucha
ritas de café o té en su defecto. En un primer momento era su objetivo, tener cucharitas de distintos lugares, pero dado los miedos de su marido a salir de casa tuvo que recurrir a cucharitas mas simples. Una verdadera desilusión, pero no la suficiente como para detenerse, su compromiso con el mundo de los utensilios de cafecito era firme.


En este pequeño fragmento les presenté parte de un cuento que escribí hace tiempo, mi idea es dar una introducción al tema a tratar. Siempre con un tono relajado y sin tecnolecto de por medio, hablaremos del coleccionista que por lo general; se lo conoce como un aficionado que suele recurrir a sus gustos personales sobre determinados objetos y que necesita
poseerlos para satisfacción personal.

En algún momento de nuestras vidas, todos hemos sido un tanto coleccionistas; ya sea por hábito, costumbre o tradición familiar. Incluso existen estudios que indican que de cada 3 latinoamericanos, 1 es un aficionado a archivas objetos específicos.
El punto es que los latinos somos un poco cachivacheros pero individualmente es una tendencia que surge a partir de necesidades psicológicas.

El psicoanálisis plantea al respecto, que la conducta del coleccionista se debe a la íntima relación en la supresión de instintos sexuales o agresivos. De forma que permite la compensación de problemas derivados en las fases de la evolución sexual. Por lo general, se asocia con una regresión a la conocida etapa anal que se traduce en conductas de orden, acumulación y que llevan a una intensa satisfacción, donde el objeto cobra el valor/ sentido, reemplazando aquello que durante la niñez ocupaba dicho lugar. Entonces, esta conducta sería una sublimación de una presión interna.
Si bien no descartó ninguna hipótesis, soy consciente de que el psicoanálisis carece de evidencia empírica en sus postulados por eso tomamos este desarrollo como “posible”.

Sin embargo, existen otros autores como Belk que rescatan que el afán de recolectar objetos puede ser atribuido a diversas motivaciones, como:
- Experimentar nuevas sensaciones de vida.
- Como acción para pertenecer a un determinado grupo humano
, en sentido de inclusión.
- Sentido de preservación de lo histórico y la restauración.
- Como inversión financiera a futuro.

O simplemente como una adicción.

Más allá del objetivo que cada ser tenga al coleccionar y de cual sea su motivación interna, cierto es que el coleccionista ama lo que hace. Suele comportarse egoístamente y es orgulloso de la riqueza que posee, aunque sean tapitas de gaseosas.

Por eso, así como Marga cada cual guarda su tesoro por el valor que le atribuye a los objetos que lo rodean. Cuando el valor roza lo afectivo, es fundamental la pertenencia del mismo siempre que no se convierta
en una adicción económicamente dependiente.

Post dedicado a los coleccionista de hoy, por siempre.

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